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Tomar la palabra. Historias de productores de la economía social y popular en la Patagonia

Tomar la palabra. Historias de productores de la economía social y popular en la Patagonia, es una conversación suspendida en un espacio y tiempo: Comodoro Rivadavia (2022). Los protagonistas son las y los productores/as, gestores de redes y nodos de la economía familiar. El diálogo parte de una base en común: pensar la soberanía alimentaria en estos territorios para colocar el foco sobre la micropolítica de las prácticas productivas y la producción de lo común. Los escritos sitúan el debate  en las lógicas de la matriz económica dominante que derivan en una serie de articulaciones entre economía social, desarrollo y planificación urbana.

El sistema agroalimentario de la Argentina está dominado por grandes empresas, tanto nacionales como extranjeras. Este dominio de las grandes empresas se relaciona con dos tendencias, por un lado, con la concentración de la producción impulsada por la modernización tecnológica y, por otro lado, con cambios en la distribución de los alimentos, motivados por la expansión de las cadenas de supermercados. Estas tendencias han impactado en las regiones agropecuarias más dinámicas de la Argentina, donde se concentra la producción de alimentos e inicia su distribución. Pero también sobre territorios que no producen alimentos a gran escala, en tanto no se reconocen sus capacidades diferenciales para la producción y se los excluye del circuito hegemónico. Esta exclusión se genera, por ejemplo, a través de las "barreras de entrada" que impiden a los pequeños productores acceder a los mercados, como cantidad y calidad de los productos, empaques, formas de pago y precios, entre otras.

Frente a este modelo, se generan circuitos alternativos de comercialización, como es el caso de los circuitos “de proximidad”. En estos circuitos, la proximidad entre productor y consumidor se observa en la cadena comercial (un intermediario o venta del productor en su predio, en ferias o a través de bolsones o canastas), en la distancia física entre el lugar donde se produce el alimento y el lugar donde se consume, y en la distancia socio-cultural. Estos circuitos no sólo acortan las distancias físicas y comerciales, sino que también fortalecen el vínculo entre quienes producen alimentos y quienes los consumen. 

A pesar de las dificultades, los productores de la Agricultura Familiar sostienen el perfil productivo de algunos sectores de la ciudad, tejiendo redes que ayudan a superar obstáculos. Construyen redes entre productores (algunas formalizadas en asociaciones y cooperativas) y también con otros actores: referentes del municipio y entes autárquicos, extensionistas del Instituto Nacional de Tecnologías Agropecuarias, movimientos sociales, federaciones nacionales, artesanos, docentes y estudiantes universitarios, entre otros; fortaleciendo viejos vínculos y produciendo nuevas relaciones culturales, políticas, productivas y comerciales, en pos del desarrollo de este circuito de la economía social y popular de la ciudad. Juntarse y trabajar de modo colectivo es en definitiva una forma de resistir frente al funcionamiento del sistema agroalimentario y frente a las dinámicas urbanas que afectan al sector.

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